sábado, 6 de abril de 2013

GRACIAS


CARLOS Y FUENCIS, GRACIAS

Nunca fui del grupo de amigos más próximos de Carlos: no formé parte de la panda en tiempos del “Corral”, cuando los grandes encuentros,  meriendas y diversión; no estuve en el nacimiento y desarrollo de ese estupendo proyecto que fue la revista “Tierra y Pinar”, tampoco fui testigo de su aventura política como concejal del Ayuntamiento de Pedrajas.

Sin embargo, tengo vivencias y momentos muy entrañables. Carlos era “hermano de leche” de mi hermano Marcelo. Los dos nacieron recién acabada la Guerra, es decir, fueros hijos del hambre. Marcelo se criaba débil y enfermo, como se sospechaba que era mi madre, que no tenía suficiente leche, la señora Alejandra, madre de Charly, se brindó generosamente para darle unas tetadas complementarias, mientras amamantaba a Carlos. Encarna siempre estuvo agradecida por ello.  Así eran las madres de aquellos tiempos.

José Vela y Carlos, primeros estudiantes “cimarrones” de mi hornada en Pedrajas, con ellos coincidí en las clases de D. Justi. Estudiábamos en el pueblo durante todo el curso y en junio, con nuestros bártulos y nuestra garrulería a cuestas, ¡hala! a Valladolid a examinarnos, en dos días o dos y medio, una maratón del conocimiento. Luego, en las sucesivas reformas educativas, dijeron que nuestro saber era puramente memorístico y acertaban, pero al fin, era conocimiento. No se podía pedir más cuando los medios eran solo libros y buena voluntad. Por entonces no conocíamos  los laboratorios ni las bibliotecas ni las aulas de experiencias con todos sus cacharros.

Carlos en compañía de Jose Vela, gran amigo.


Carlos con profesores y alumnos de la Academia "Virgen de Sacedón", 
ante la fachada del Ayuntamiento, 2 de junio de 1957. 
Foto Manzano.

Fuencis en la finca "La Manteca", junto a un almendro.


Coincidimos en Valladolid durante un curso escolar en que los dos fuimos alumnos oficiales. Él estudiaba Comercio en la Escuela de idem., junto con Tomás Espinosa, hijo de D. Julio, que entonces era secretario del Ayuntamiento de Pedrajas; yo estudiaba 4º de bachillerato en el instituto Zorrilla, para las chicas, las clases eran por la tarde y se llamaba Núñez de Arce.

Yo vivía en Las Delicias, así que cruzaba la ciudad, me encontraba todas las tardes, más o menos, a la altura de Calderón con ellos. Como entonces Pedrajas estaba de Valladolid algo más lejos que hoy está Nueva York, cuando les veía me parecía que se abría el cielo.

Luego él se fue, yo me fui. Cuando volví, era ya  tabernero, casado con Fuencis y con sus dos hijas, Cristina y Elena, (Charly júnior vendría después). Enseguida me sumé a esa gran sala de estar que ha sido este bar para muchos de nosotros, allí encontré el calor, inquietudes e ideas renovadas que necesitaba; también encontré, suerte la mía, amigos más jóvenes y dinámicos, entrañables, a los que quiero un montón.

¿Qué papel han jugado Carlos y Fuencis en todo este tiempo? Han sido un equipo, compenetrado y complementándose, ella por fuera, él por dentro, de la barra y de todos los asuntos. Carlos un catalizador de tendencias, de situaciones, un rebelde y un soñador;  no le gustaba el mundo que heredó y trató de modificarlo, sobre todo, fue un niño del hambre, hambre de cultura, hambre de saber, hambre de transmitir lo que él había recibido.

         Carlos se nos ha ido en un momento en que nos encontramos desanimados, nunca desesperanzados; si la fuerza de gente como Carlos sirvió para mover en un momento un poquito el mundo, debemos pensar que esa misma fórmula ha de servir para seguir rodando a mejor.

¡Carlos! Gracias por tu presencia, por tu estar simplemente.

¡Fuencis¡ Gracias por haber sido el pilar de Carlos y el nuestro durante estos años

 Teresa González Lozano.


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