jueves, 9 de mayo de 2013

AQUELLOS MARAVILLOSOS AÑOS


Yo era un adolescente cuando, junto a mis amigos, comencé a frecuentar el bar de Charly. La primera impresión que tuve de Charly al verle al otro lado de la barra, por su aspecto físico, en su forma de estar y de presentarse, fue la de pensar que era diferente o que estaba acompañado de un cierto misterio. Supongo que mi juventud, mi timidez de entonces, hicieron que yo le percibiese así.

Los años siguientes demostraron que estábamos destinados a entendernos. Organizamos conjuntamente varios torneos de ajedrez. Fuimos, entre otros, pioneros de la revista Tierra y Pinar ayudándola a dar sus primeros pasos. Recuerdos inolvidables  para mí son los de aquel verano que recibimos clases de periodismo de Eloy Arribas, encima del bar, en una sala que a la postre sería la sede TyP.




Había encontrado un lugar donde se me prestaba un ocio que yo andaba buscando. Era un ocio creativo, de compromiso. Tengo la sensación de que allí y en todo ese ambiente, nació un grupo que durante más de diez años sentó cátedra, o al menos a mí me marco para cultivar una de las más bonitas aficiones que todavía conservo. Me estoy refiriendo al grupo de poesía. No es raro que en ocasiones yo me refiriese a la cafetería de Charly como el “Café Gijón” de Pedrajas. Con todas estas actividades se fueron enriqueciendo mis amistades de la forma más variopinta, y a todas ellas les doy las gracias por habernos rozado, poco o mucho, en un escenario que ya forma parte de nuestra historia.

Volviendo a lo de TyP, Charly, en una ocasión, me recriminó que fuese demasiado blando haciendo algunas entrevistas. Creo que aquello no me gusto, me sentí molesto. Pero después visto desde la distancia, reconocí que su crítica fue sincera. Además no se cebó en mí, dejando caer sus palabras en unos términos ajustados. No debí de cambiar mucho mi estilo de hacer entrevistas, pero son aquellas cosas que te dicen en la vida, que te permiten ver el futuro con un poco más de realismo.

Nunca tuve grandes conversaciones con Charly. En una que recuerdo él hablaba de los camaleones, aquellos animales que dependiendo de las circunstancias cambian su aparición externa. Él quiso mostrarse a la vida tal y como era, sin querer aparentar otra cosa ante los demás dependiendo de con quién estuviera. Charly era serio y fiable en su trabajo. Además cuando le veías fuera del bar desplegaba toda su simpatía, ¡Garrapillo!, me decía en tono risueño y cariñoso al cruzarnos por la calle.

Charly, como buen tabernero, me introdujo en una bebida: “Yo debía de tener 17 o 18 años, cuando junto a mi amigo Ramón (por aquel entonces Ramón y yo sintonizábamos de una forma extraordinaria) nos acercamos donde Charly antes de ir a la discoteca. Pedimos un batido de vainilla para cada uno. Le bebimos y nos quedó tal gustillo que pedimos otro, y después otro y otro y !otro más! Salimos tan complacidos que al domingo siguiente nos presentamos otra vez y pedimos de golpe 10 batidos para los dos. (¡La verdad es que un poco zumbados sí que estábamos!) Charly nos lo sirvió sin pestañear, con su talante habitual. Debimos repetir esta escena unas cuantas veces más. Pero un buen día, Charly me dijo: “Toma esto, Garrapo, a ver si te gusta”. Me sirvió un líquido blanco con un sabor muy especial, (aquella escena todavía la recuerdo como si la estuviese viviendo) ¡Era mi primera horchata! Luego siguieron muchas más, eso sí, éstas las consumí de una manera mucho más ordenada”.

Tan sólo me queda despedirme dando un fuerte abrazo a los hijos de Charly: Carlos, Elena y Cristina; y a Fuencis, su familia y la mía siempre han tenido una profunda amistad.

¡Un beso para todos!

Víctor Manuel Sanz Arranz.

martes, 7 de mayo de 2013

UNA PERSONA SINGULAR


Como tantos otros pedrajeros he sentido profundamente la muerte de Charly "Farruco". Charly era una persona singular, muy por encima de su tiempo y con unas inquietudes culturales, sociales y humanas, que no eran comunes. Tenía clara conciencia de los límites de la sociedad que le tocó vivir en su juventud y les plantó cara con muchas iniciativas culturales que querían abrir el entorno en que se movía a otros modos de ser y de comprender el mundo. 



Charly tenía madera de líder, aunque fuera tan remiso en ejercerlo. Nunca perdió ese carisma y menos cuando se situaba al otro lado de la barra, observando con discreción lo que se movía alrededor. Para mí era inconcebible ir a Pedrajas y no pasarme por donde Farruco para estrechar la mano de Charly, echar una parrafada y tomarme un sabroso café cuyo secreto tan celosamente guardaba. Me sentía en su longitud de onda, con muchas historias comunes de tiempos de la transición política. 

Pedrajas, sin Charly, no será lo mismo. Con él desaparece un polo de atracción, un lugar de libertad, un amigo leal. Su mujer, Fuencis, sus hijas, sus nietos, toda su familia, deben saber que ese ser querido que han perdido, nos era a otros muchos (hablo por mí pero también por Tere, Paco, Esteban) muy querido; que fue una gran persona y un gran ciudadano.

Reyes Mate

jueves, 18 de abril de 2013

BAR FARRUCO


BREVE HISTORIA DEL BAR FARRUCO

1940-1976

El 1 de junio de 1940, un año después de acabar la Guerra Civil, abría sus puertas el Bar Farruco, en la Plaza Mayor de Pedrajas. Sus dueños, Milagros o Mariano Arranz Martín y Alejandra Alonso Rodríguez, natural de Olmedo, ambos de 28 años de edad. En ese mismo local, a principios de siglo, había tenido una taberna Niceto Martín Herrero, abuelo materno de Milagros.


Seis meses antes, en diciembre de 1939, había nacido el primero de sus hijos, Carlos. En años sucesivos vinieron al mundo los otros dos: Mariano, conocido como Maíto o Chiqui (1941), y Marcelina, llamada Linis (1943).


El padre de Milagros se llamaba Francisco y los Franciscos son llamados Pacos o Farrucos, de ahí el nombre del bar. Un bar, como todos, en el que los hombres pasaban el rato jugando la partida a las cartas o echando una parlada mientras tomaban un chato de vino o una copa. También se servían raciones, de callos, morro, caracoles por primavera, etc. En Semana Santa era típica la limonada, preparada con esmero por Farruco, que primeramente mezclaba el limón y el azúcar con agua caliente, y al día siguiente añadía el vino, un vino dulce especial. Una limonada que nunca faltaba en la caseta que Farruco montaba todos los años en la romería de Sacedón. 

Programa de las fiestas de San Agustín de 1946




Farruco en su caseta de Sacedón con Wenceslao Garzón y Agapito Sanz "Picú"

En el bar siempre sirvieron comidas, Alejandra tenía fama de guisar muy bien. En el salón daban también bodas: unas veces, la familia del novio traía la comida de su propia casa; otras, preparaba el guiso Alejandra, ayudada por otras mujeres, como Eloísa Andrés, la Caramelera, Aurelia Villafruela, la Sacristana, y Cristina Capa, que venía de Íscar. 




En el año 1963, según consta en el archivo del Ayuntamiento, dieron de alta el establecimiento como fonda de 3ª categoría, para alojar huéspedes. Al año siguiente se amplió el bar construyendo un nuevo edificio, adosado al antiguo, en un corral comprado al señor Jesús Arranz Escolar. Por esta época, en la pared del fondo de este nuevo local se instaló un televisor, tal vez el primero en llegar a Pedrajas, en blanco y negro. El bar se llenaba de gente, especialmente para ver las retransmisiones de las corridas de toros, los partidos de fútbol o las veladas de boxeo. Los chicos nos metíamos en el bar medio a escondidas, procurando no dar mucha guerra, pues enseguida Farruco nos echaba a la calle dándonos con el paño de camarero. Los domingos por la tarde entrábamos a pedir la propina a los familiares que estaban jugando a la baraja, abuelos, tíos, padrinos... Luego, por la noche, nos llevaban nuestros padres a tomar un refresco y unas aceitunas rellenas. Nos encantaba recoger, en el interior dela barra, las madalenas que cerraban las botellas, para nuestros juegos. No todas tenían el mismo valor, cuanto más raras, más valiosas.

Programa de las fiestas de San Agustín de 1964

Además de Farruco y sus hijos, por el bar han pasado muchos camareros. Del pueblo, entre otros, Esteban Alonso Sanz, el Ferretero; Victoriano Sanz Gómez, Litri; Wenceslao Garzón, Uve; Agapito Sanz González, el niño Picú… Por San Agustín, venían de Valladolid, casi siempre los mismos. 






Con el paso de los años, llegó el día de la jubilación para Farruco y Alejandra. Durante algún tiempo llevaron el Bar Farruco, en compañía, Carlos y Mariano, hasta que en el año 1976 decidieron abrir cada uno su propio establecimiento, dividiendo en dos el edificio del antiguo bar, cuyo nombre mantuvieron parcialmente: Bar Farruco Charly, el uno, por llamarse Carlos; Bar Chiqui Farruco, el otro, por ser conocido como Chiqui. 

Farruco murió el 7 de abril de 1980, cuando casi todo el pueblo se encontraba en la romería de Sacedón, poco antes de cumplir los 68 años de edad. Una calle perpetúa en Pedrajas su memoria. 

Farruco en Diario Regional, Especial Fiestas de Pedrajas, 29 de agosto de 1976

Homenaje a Alejandra en Revista Hostelería Vallisoletana, diciembre de 1983

Alejandra falleció pasado algún tiempo, el 21 de diciembre de 1991, a los 80 años de edad. El 15 de diciembre de 1983 le había tributado un homenaje la Asociación Provincial de Empresarios de Hostelería de Valladolid, en la Sala de Fiestas “Paladium” de la capital vallisoletana.

martes, 16 de abril de 2013

CRECER EN UN BAR


Nosotros hemos tenido una vida en familia diferente, no ha transcurrido en una casa, sino en un bar, pero han sido unos años muy felices, alegres y divertidos.

Echamos la vista atrás y cualquier recuerdo de nuestra infancia y juventud sucede en el bar. Recordamos las cortinas azules, los sofás, los ceniceros negros y rojos que giraban para guardar la ceniza y que tanto juego nos daban.

Cuando veníamos de pasear o del campo de fútbol con mamá, y papá nos ponía un vasito de coca cola con unas patata fritas. Si necesitábamos ayuda para hacer las tareas del cole, bajábamos al bar para que papá nos ayudara.También cuando celebrábamos Santa Marta, qué divertidas eran las cenas y luego el baile, qué bien lo pasábamos todos los bares juntos.

Nuestra abuela Balbina, que venía ayudar a nuestra madre a limpiar.

Cristina y Elena, de pequeñas, en el bar.

Y cómo olvidar a todos esos camareros que subían a casa a comer, y mis primas que en su época de juventud, venían con sus amigas a verlos. ¡Qué bonitos recuerdos…!

A medida que crecíamos, nos uníamos más al bar, teníamos que ayudar en las fiestas (San Esteban, San Agustín, Navidades….) Eso ha hecho que poco a poco también nos uniéramos más a los clientes, y con ello amistades que se forjan.

Elena y Cristina, haciendo propaganda de la casa.


Carlos, igual que sus hermanas.



Gonzalo y Carla, con su camiseta de Farruco Charly

Todas estas circunstancias han ido dando forma a nuestro carácter. Creemos que el hecho de ayudar desde pequeños nos hace ser responsables y trabajadores, y que además  nos gusta el trato directo con la gente. Al igual que nos ha mantenido cerca de nuestros padres y con ello tener una relación familiar de mucha confianza.

Ahora decimos adiós a esta forma de vivir, pero todos nuestros recuerdos y vivencias transcurridos en el bar estarán siempre presentes para nosotros.

Se hace raro bajar esas 21 escaleras que separan la casa del bar y no veros a todos vosotros, nuestros clientes, nuestros amigos, mirar a la barra y no ver a Charly ni a Fuencis.

Domingo, 31 de marzo de 2013, último día en estar abierto el bar.

Queremos daros las gracias a todos vosotros, porque si no llega a ser por vuestra presencia en nuestro bar, no seríamos lo que somos ahora. 

Muchas gracias a todos...

Cristina, Elena y Charly.

lunes, 15 de abril de 2013

UN GRAN RECUERDO


Quisiera también aportar algo en recuerdo a Carlos, no tengo nada documental excepto este programa de las fiestas, pero si tengo un gran recuerdo de Carlos y Fuencisla.




Resido en Santander y en los años 70 estuve por motivos laborales en Pedrajas.

Un abrazo a su familia.

Ricardo.